Todo comenzó en un mercado de alimentos. En la ciudad de Wuhan, China,
un centro de venta de mariscos, donde también se comercializaban todo
tipo de animales exóticos vivos, fue considerado por expertos como la
cuna del coronavirus.
Fue allí donde se registraron los primeros casos que posteriormente
se extendieron por todo el mundo.
Una pandemia que no sólo ha provocado una crisis en el orden sanitario
y económico en la mayoría de los países sino que, en cuestión de semanas,
ha agravado las debilidades e inequidades del sistema alimentario a
nivel mundial llevándolo a una fase crítica.
Y es que los seres humanos tenemos algo en común: la necesidad de
alimento. Pero, no todos contamos con el mismo acceso ni, muchas
veces, nos relacionamos de la misma manera con la comida. En algún
punto, nuestra cadena alimenticia se rompe beneficiando a unos por
encima de otros.
El proyecto Esto No Es Una Cadena busca evidenciar las diversas caras
de esa necesidad colectiva llevándonos de la mano por 10 países de
América Latina, una de las regiones más amenazadas por el COVID-19
debido a sus problemas preexistentes como la desigualdad, la
inestabilidad política y los sistemas de salud deficientes.
En medio de esa emergencia sanitaria, la colectiva de mujeres
fotógrafas y comunicadoras latinoamericanas, Ruda Colectiva, exploran
las grietas que ha producido la pandemia en la ya frágil cadena
alimentaria de la región, la dificultad del acceso a los alimentos
y la relación que los individuos tienen con ellos que, no necesariamente,
se encuentra encadenado a las formas habituales de consumo. El sistema
alimentario tiene muchas aristas y no siempre es una cadena lineal.
Nuestros sistemas alimentarios llevan décadas sentados al borde del
precipicio: niños que sólo reciben una comida al día, países con poca
producción y recortes alimentarios, familias pobres alrededor del mundo
viviendo bajo la incertidumbre de si podrán tener un plato de comida en
la mesa al día siguiente; padeciendo a su vez costos de vida inestables
y migración forzada.
Más de 820 millones de personas pasan hambre en un mundo que cuenta
con alimentos más que suficientes para sus 7800 millones de habitantes,
según datos de las Naciones Unidas. Las últimas cifras del Programa
Mundial de Alimentos (PMA) indican que las vidas y los medios de
subsistencia de 265 millones de personas en países de ingresos bajos
y medianos estarán gravemente amenazados a menos que se tomen medidas
rápidas para enfrentar la pandemia. Esto No Es Una Cadena presenta 11 miradas diferentes a través de las
historias de campesinas indígenas originarias en Bolivia produciendo
alimentos a pérdida, comunidades rurales de Guatemala utilizando la
permacultura para llevar comida a la mesa, venezolanos en Colombia
y en Perú viviendo bajo la incertidumbre de no tener para comer
nuevamente y repartidores en Ecuador trabajando en condiciones
de total precariedad sin seguridades básicas.
Este proyecto también muestra como restaurantes y vendedores
ambulantes, tanto en Chile como en México, se ven afectados
económicamente por la cuarentena; nos pasea por los cambios de
hábitos de consumo en Paraguay y Brasil; y documenta la centralización
de la alimentación por parte de grandes supermercados en la Argentina.
Los bloqueos e interrupciones provocados por la pandemia del coronavirus
han sacado a la luz de forma cruda el deficiente sistema en el que
vivimos y las desigualdades que se han querido ignorar y hasta ocultar.
Tenemos la tarea de fortalecer lo colectivo replanteándonos nuestros
hábitos de consumo y la relación con los alimentos.
Para eso, se debe evitar la destrucción del hábitat que impulsa la
propagación de enfermedades, reducir la vulnerabilidad a próximos
choques de suministro e interrupciones comerciales, reconectar a
las personas con la producción de alimentos, proporcionar salarios
justos así como condiciones seguras a trabajadores agrícolas y
repartidores de alimentos.
El virus no discrimina. Comenzó en un mercado de alimentos en un
provincia al centro de China y ha llegado hasta las barriadas más
pobres de Latinoamérica, desde el norte hasta el sur. Es tarea de
todos los ciudadanos priorizar el bien común sobre los intereses
particulares para así ir uniendo esos enlaces rotos de nuestra cadena
alimentaria e ir entendiendo, y aceptando, como cada individuo se
relaciona de manera diferente con ella.