Ñemity
resistencia

Fotografía y texto de Mayeli Villalba

Doña Angela Gómez posa en el maizal que sembró dos meses antes, en pleno otoño.

La pandemia del Covid-19 llegó a Suramérica al finalizar el verano, en una buena temporada para el ñemity, o cultivo en lengua guarani. Un festival de verdes, amarillos y rojos tiñen las variedades de hierbas, tubérculos y maíz que crecen en un terreno pegado a la casa de Doña Angela, quien desde hace muchos años consiguió el permiso de la dueña para cultivar ahí varios de los alimentos que consumen ella y su familia.

La mandioca y los distintos frutos que Doña Angela cosecha forman parte del paisaje cotidiano de su vivienda.

Algunas plantas como la mandioca, también conocida como yuca, llegaron a su punto de cosecha junto con la cuarentena, este tubérculo madura en 10 meses aproximadamente y junto al maíz son algunos de los ingredientes principales de la cocina tradicional.

“Difícil es mantener los verdeos en verano porque el sol es demasiado fuerte. Ni aunque riegues dos veces al día aguantan, por eso ahora en otoño es una buena temporada para plantar.” Doña Angela Gómez.

Doña Angela Gómez de 60 años, comienza la jornada diaria en su huerta a la media mañana, después de haber terminado sus primeras labores domésticas del día. Durante el otoño y el invierno cuando el sol no pega tan fuerte es más fácil exponerse al calor. Sin embargo en verano, cuando las temperaturas superan fácilmente los 40 grados el trabajo a la intemperie debe comenzar al amanecer, antes de que el calor se acentúe.

Mucha gente en todo el país ha decidido realizar huertas en su vivienda como estrategia para sobrellevar la crisis. El barrio Rincón de la ciudad de Ñemby, en el que vive doña Angela, distante a unos 17km de la capital del país, es un ejemplo. Varias personas están aprovechando su tiempo y su parcela disponible para cultivar.

Sabemos que esto recién empieza, la pandemia va a durar mucho y la crísis va a empeorar cada vez más. Así que nos estamos preparando como podemos para resistir y no pasar mal”. Tania Rodríguez con su hija Alexandra Aguirre en brazos, en medio de su nueva huerta.

Vecinas y vecinos del barrio Rincón de la ciudad de Ñemby empezaron a preparar sus huertas caseras al inicio de la cuarentena preventiva. De izquierda a derecha; Elías Ayala y María Celia Pont.

Paraguay es uno de los países del mundo con mayor desigualdad en la tenencia de la tierra, según las investigaciones de la ONG Oxfam el 85% de las tierras cultivables están en manos del 2,5% de la población. Este país ocupa el cuarto puesto en exportación de granos en el continente americano con la producción de soja, según la Cámara Paraguaya de Exportadores de Cereales y Oleaginosas (CAPECO), producto que se utiliza en su mayoría para alimentar el ganado de Europa y China. 

A la desigualdad que este modelo de producción genera, hay que sumarle los estragos que hace en el ecosistema, los daños a la salud de las poblaciones aledañas a los cultivos, y los varios casos de muertes humanas por intoxicación a causa del contacto forzado con los agrotóxicos. El Estado tiene una acusación de las Naciones Unidas por violación de Derechos Humanos mediante la utilización inadecuada de estas sustancias químicas.

Aunque doña Angela es la principal encargada del cultivo, su hijo y su esposo colaboran con las tareas que exigen el esfuerzo físico de más personas. Y la familia completa disfruta de la cosecha.

Las cifras oficiales de desempleo durante la pandemia ascendían a 33.000 en julio según informó el Viceministerio de Empleo y Seguridad Social. Sin contar con las personas que dependen del empleo informal, el Banco Mundial dijo en 2019, que Paraguay ya estaba entre los países más afectados por esta problemática con el 71% de los casos.

En respuesta a la crisis, el Estado paraguayo implementó un programa de subsidios de USD 72, equivalente al 22% del salario mínimo actual, que no llegó a toda la población afectada, y que de todas maneras alcanzaba para aproximadamente dos semanas de alimentación mínima de una familia compuesta por 4 personas. El bono no se podía usar para cubrir gastos básicos como; medicamentos, alquiler de vivienda, comunicación, productos de limpieza, o cualquier otra necesidad que no sea alimenticia. 

Doña Angela Gómez cocina para el almuerzo la mandioca que cosechó durante la mañana.

La llegada oficial de la pandemia a Paraguay fue el 7 de marzo con el anuncio del primer caso detectado. Tres días después se dictó la cuarentena parcial y ya el día 20 del mismo mes se ordenó cuarentena total.

“Al final le decimos esclavitud moderna al sistema de los supermercados, porque ellos mantienen sus precios con nosotros, aunque escasee el producto por sequía, por heladas o lo que sea, sí ellos fijaron a comienzo de año Gs 3.000 por kg para el tomate, aunque en el super vendan a Gs 10.000 a nosotros nos siguen pagando Gs 3.000, sin valorar que debemos redoblar el esfuerzo para salvar la producción y tampoco compensar las pérdidas que tenemos”. Fabio Villalba, productor agroecológico. 

Un mes más tarde, el 20 de abril, la Secretaría de Defensa del Consumidor y del Usuario (Sedeco) informó que de los sesenta productos considerados parte de la canasta básica, treinta y siete habían subido de precios en los supermercados, el zapallo por ejemplo costaba el 57% más caro. Otros productos encarecidos fueron; la mandioca, el popular corte de carne puchero, la zanahoria, la yerba mate, el locote o pimiento, el arroz, la naranja, el pollo entero, la papa, el locro, la galleta, la carne molida, el cerdo, entre otros. 

El cultivo para autoconsumo es una garantía alimentaria histórica en este territorio. Y la desigualdad en el acceso a la tierra es una de las barreras más importantes para su implementación.

.

En Paraguay la tierra es tan fértil en gran parte del territorio, que casi por accidente crecen frutas y verduras. Al caerse las semillas del plato a la tierra roja vibrante en el patio, en las masetas del jardín o en los canteros de las calles. De todas maneras, el sistema político-económico hace que muchas de las hortalizas de uso cotidiano sean importadas. Y gran parte ni siquiera paga impuestos, porque ingresan de forma ilegal por medio del contrabando a gran escala. Por lo tanto, cuando los proveedores internacionales no abastecen el mercado, por ejemplo, a causa de una crisis mundial sanitaria como esta, la producción interna desbaratada por el agronegocio globalizado, no tiene la capacidad de satisfacer las necesidades de su gente.

Esta mazorca de avati Mby’a, fue traída desde el departamento de Itapúa, a casi 400 km de Ñemby. Hoy dos huertas del barrio Rincón están sembradas con sus semillas.

Muchas de las huertas del barrio Rincón están a la vista, desde las calles.

Además de las huertas caseras existen muchos emprendimientos de comercio justo y sano de hortalizas. Varias personas se organizan para acortar la brecha entre la mesa y la tierra promoviendo la venta directa desde la gente que produce en el campo. Al saltar las barreras de los intermediarios, las productoras y productores tienen mayor control del precio final, escapando de la especulación de los oligopolios de supermercados. Muchos de estos emprendimientos ofrecen productos agroecológicos, mucho más sanos para el medio ambiente y para las personas.

La Federación Nacional Campesina dice que solamente en la última década más de un millón de personas han tenido que migrar desde el campo hacia las ciudades, a causa de las expulsiones que produce el agronegocio mecanizado en sus territorios originales. ¿Tendrá eso algo que ver con que la gente se dedica con tanto gusto a cuidar de sus cultivos urbanos? Sí bien las huertas ofrecen soluciones económicas concretas, también representan la expresión de una identidad campesina muy arraigada en la población paraguaya. Y que muchas veces se deja de lado, a causa del cambio de rutina obligatorio en las ciudades y la falta de tierra.

Desde que se implementó la prohibición de salir de las viviendas por la cuarentena, pude detectar unas 11 huertas en el barrio Rincón de la ciudad de Ñemby, casi todas generadas en plena cuarentena. Y todas llenas de orgullo, de esperanza y de soberanía alimentaria.

ALTERNATIVAS PARA
UN CONSUMO SOSTENIBLE

Existen muchas redes de consumo consientes y alternativas. Una de las principales propuestas es eliminar la mayor cantidad de intermediarios posibles para la adquisición de las frutas y las verduras. Pequeñas productoras y productores se organizan para ayudarse con el trabajo en el campo y para generar estrategias de comercialización por fuera de los circuitos de supermercados. Así se protegen de la explotación por parte del gremio supermercadista y nos ofrecen alternativas a la especulación de precios por parte del sector empresarial.

1: La red agroecológica ofrece una feria cada sábado desde hace 7 años en la Plaza Italia de Asunción, todo tipo de frutas y verduras son ofrecidas directamente por las personas que las produce. También hay plantines para huerta y varios productos artesanalmente elaborados.

2: Fabio Villalba vende los productos agroecológicos de doce familias de la ciudad de Altos organizadas en comités. Los sábados están en la feria de La Red Agroecológica. Los miércoles venden en el Merado Vy’a del Barrio Herrera de Asunción. Ofrecen productos a precios preferenciales a quienes se organicen en su barrio para generar nuevas ferias. Y tienen el servicio de construcción huertas urbanas para el autoconsumo familiar.

3: Arigua granja agroecológica, dirigida por Julia Pineda y Andre. produce en la Ciudad de Aregua, venden sus productos los sábados en la feria de la Red Agroecológica y los miércoles en la panadería Karu. Los martes y viernes se puede comprar directamente en la granja de Aregua. Y producen huertas urbanas agroecológicas con todos los materiales incluidos.

Shopping Basket