Adentro y afuera. Por un lado, las fotografías el segundo piso abandonado del Mercado El Cardonal de Valparaíso, por otro, esta misma ciudad con calles vacías y las de sus cortinas bajas, rayadas con los discursos que protagonizaron la realidad, que emergieron desde las entrañas de los chilenos para explotar en las veredas y murallas desde octubre. Tanto el rediseño de la ciudad, el uso del espacio público y el trabajo de esa sección de los abastos del barrio Almendral quedaron detenidas, las vidas en pausa de la pandemia y el encierro. La vida en pausa del Mercado se ve en los platos sin lavar, envases de bebidas abandonadas. El lugar, que antes ocuparon marisquerías, desayunerías y carnicerías durante 150 años, y desde 1990 mayormente restaurantes, está congelado; de los veinte, sólo funcionan tres como delivery. Al subir la escala ya no están las mujeres que te arrastraban a alguna mesa con la música de sus ofertas y voces, que eran muchas otras también en las mesas, acompañadas también por los cantantes populares de boleros porteños. Es la misma sensación sobrecogedora de estar solo frente a la inmensidad de las calles, que dejaron las marcas presentes del estallido y construcciones a medio terminar. Estas fotos hacen dialogar dos espacios antes hermanados por su uso. Un Mercado es mucho más que el lugar donde la gente se abastece, ahí se dan intercambios simbólicos, es el living de, en este caso, Valparaíso, donde se juntaban a la mínima distancia de las mesas quienes reprimían y quienes marchaban, también de los turistas que van de paso por el puerto. Por las calles, en cambio, todos se separaban, y dejaban el cuerpo en su bloque, creencia e ideología.