Caracoles
de ciudad

Fotografías por: Isadora Romero
Texto por: Kruskaya Hidalgo Cordero

Al pensar en las calles de Quito, la imagen de autos, buses y motocicletas nunca falta. ¡El tráfico de la ciudad! Sin embargo, desde hace dos años, también nos llega a la mente esas personas con mochilas verdes, tomates y amarillas. Personas que trabajan en plataformas digitales conocidas como Apps para ofrecer el servicio de entregas de comida e insumos a domicilio. ¿Pero qué son estas plataformas? ¿cómo funcionan? y ¿qué condiciones laborales tienen las personas que trabajan en ellas?

Las economías de plataformas hacen referencia a un modelo de negocio donde las relaciones laborales vienen mediadas por interacciones digitales a través del uso de aplicaciones de celular Apps. Estas economías triangulan las relaciones laborales entre lxs proveedores del servicio, los establecimientos y lxs clientes. Dando como resultado una atomización de las relaciones humanas, porque ya no tienes contacto directo con tus compañerxs de trabajo. 

No queda claro quién es tu jefx, quién evalúa tu desempeño laboral, si eres reconocidx como trabajadorx, o cómo puedes organizarte para reclamar por tus derechos laborales.

Es decir, estas aplicaciones no solo han cambiado las formas de producir bienes y servicios, sino también, desdibujan las relaciones de dependencia y responsabilidad laboral.

Se cree erróneamente que la tecnología es neutral, sin embargo, la tecnología está hecha por seres humanos. Personas de carne y hueso con prejuicios específicos, elecciones determinadas, ideologías, creencias, deseos, sentires. Por lo tanto, la tecnología – y en este caso los algoritmos – contienen prejuicios ya existentes en la sociedad, por ejemplo, asunciones racistas, sexistas y xenófobas. Además, son los algoritmos que funcionan como jefes evaluadores del desempeño. Como menciona Miguel, repartidor de Glovo en la ciudad de Quito

“dicen que no tenemos jefe, pero tenemos muchos jefes: el cliente nos califica como que fuera nuestro jefe, el restaurante también y la aplicación aún más”.

Hablando de Ecuador, estas plataformas llegaron desde el año 2016. Primero con aplicaciones para pedir transporte: Cabify y Uber. Luego con aplicaciones de delivery para pedir comida a domicilio: Uber Eats, Glovo y Rappi entre 2018 y 2019. La llegada de estas aplicaciones al país coincide con una crisis del mercado laboral con alta tasa de despidos, desempleo e informalidad.
Cabe mencionar, que el 46,7% de la población económicamente activa en el país, se encuentra trabajando en la informalidad. Además, la población migrante en aumento, llega en busca de oportunidades laborales para poder subsistir y cuidar de sus familias. Entonces, frente a estas realidades de extrema vulneración, las economías de plataforma aparecen como una alternativa laboral, y muchas veces como la única fuente de ingresos. Como menciona Yadira, repartidora de Rappi de nacionalidad venezolana “nosotros como migrantes no tenemos muchas oportunidades, aún con título universitario no se consigue trabajo. Entonces toca aceptar lo que sea”.

Las personas repartidoras de delivery obtienen ingresos por los kilómetros recorridos al llevar un pedido. Es decir, que cada kilómetro recorrido está sujeto a una tarifa fijada por las aplicaciones.  Sin embargo, las condiciones en las que trabajan y el pago que reciben no les aseguran una vida digna. 

Como muestra la encuesta de condiciones laborales,
la gente repartidora trabaja más de 10 horas diarias, 7 días a la semana, pero gana poco más que un sueldo básico.

Además, trabajar en una plataforma digital como Glovo, Uber Eats o Rappi significa no estar afiliadx a la seguridad social IESS, no contar un sueldo mínimo, ni otros derechos laborales como licencia de enfermedad, vacaciones o permisos.

Con la COVID-19 y el aislamiento preventivo obligatorio, el trabajo de reparto se ha transformado en una actividad esencial. Es decir, lxs repartidorxs están en la primera línea de contagio. Sin embargo, las empresas no les han entregado los insumos de bioseguridad adecuados para salvaguardar su vida. Luis, repartidor de Glovo, comenta “al inicio de la pandemia no nos daban nada. Luego que hicimos el paro en abril, nos dieron una mascarilla semanal. ¡Eso no es suficiente! 
Nos deberían dar alcohol, gel, guantes, y la mascarilla a diario”. 

Entonces, el salir a trabajar significa debatirse entre el miedo al contagio o quedarse sin sustento para ti y tu familia.

El 69,6% de personas que hacen delivery en Ecuador son migrantes. Quienes, a parte de enfrentarse a la precarización de estas plataformas, constantemente son víctimas de la xenofobia. Lxs repartidorxs migrantes escuchan frases como “fuera veneco” o “lárgate de aquí” todos los días. Además, en muchos restaurantes no les dejan entrar a recibir el pedido o les niegan el uso del baño si son extranjeros; los clientes les califican mal por ser migrantes; o los agentes de tránsito les piden sobornos al ver en sus documentos que su nacionalidad es distinta.

Sin duda, el avance tecnológico ha generado nuevas fuentes de empleo y ha cambiado las interacciones dentro de la cadena alimenticia. Ahora, podemos pedir nuestra pizza favorita a domicilio con solo un click. Sin embargo, detrás de esas Apps existen personas que transportan nuestros alimentos. Personas que hacen delivery en medio de la precarización, la sobreexplotación y la subordinación. Las economías de plataforma no tendrían por qué ser malas si las condiciones de trabajo fueran justas; ¡pero no lo son! Por esta razón, los Estados deben asumir su rol de garantizar el trabajo digno para lxs trabajadorxs y sancionar a las empresas multinacionales que vulneran derechos laborales.

Shopping Basket